En 2016 las Kellys, como ya se llaman comúnmente a las limpiadoras de hoteles, decidieron tomar las calles y reivindicar sus derechos. Dos años después es un tema que todavía nos atañe.
Su situación muestra un verdadero caso de precariedad laboral. Los datos de 2017 apuntan que este colectivo está formado por 200.000 personas (en un 99% son mujeres), de las cuales, aproximadamente la mitad no están dadas de alta dentro de la categoría profesional de “camareras de piso”, sino que lo están como servicio de limpieza. Además, la última reforma laboral ha incentivado que unas estén contratadas por el propio hotel, otras a través de ETT, otras mediante empresas multiservicios, o incluso, puede ocurrir que estén sin contratos. Lo que demuestra la existencia de un verdadero entramado de circunstancias que no parecen muy legales y uniformes. Los roles asumidos en la sociedad parece que señalan a las mujeres como las personas que deben hacerse cargo de los cuidados, los trabajos del hogar,
Además, de construir un estigma social equivocado y discriminatorio para las mujeres, las condiciones laborales que caracteriza a este sector son verdaderamente lamentables. En primer lugar, no es un trabajo valorizado, por lo que el sueldo es bajo y poco acorde a las funciones que se desempeñan.
En segundo término, no se aplican normas de prevención de riesgos laborales para velar por la salud y la seguridad de estas trabajadoras. Por ejemplo, en muchas ocasiones deben utilizan productos de limpieza altamente agresivos para la piel y no hay un control eficiente por parte de las empresas para garantizar el uso de guantes y mascarillas.
Su trabajo requiere de un fuerte esfuerzo físico: ponerse de puntillas para limpiar los espejos o llegar a los altillos de los armarios, agacharse para meter las sábanas bajo el colchón, los movimientos son pesados, bruscos y constantes, por lo que la postura que mantienen las camareras de piso durante toda su jornada laboral es bastante perjudicial para la salud.
En definitiva, tienen que hacer 20 habitaciones en 12 minutos cada una y tiran de carros de limpieza de casi 100 kilos, para cobrar entre 2 y 3 euros por habitación.
Con todo ello las consecuencias son inminentemente graves. El índice de mujeres camareras de piso que padecen problemas de salud es bastante grave, hasta el punto de que el 90% sufre problemas musculares y esqueléticos, además, la mayoría de ellas padecen ansiedad. López Santana, Senadora, ha declarado que “pocas llegan a la edad de jubilación y las más tienen una pensión irrisoria”.
De hecho, una de las reivindicaciones que demandan las Kellys es que las trabajadoras de este grupo puedan acceder a la jubilación anticipada y que puedan ser atendidas por las Mútuas, y no únicamente por la Seguridad Social, en caso de enfermedad o accidente.
En 2016, una de las activistas que se encontraba en la lucha por los derechos de las Kellys, afirmó que “"la inseguridad laboral hace que las Kellys no nos podemos poner enfermas, si lo hacemos nos despiden. Pero tampoco pueden enfermar nuestros familiares, porque no nos dan permiso para cuidarlos y si faltamos al trabajo nos echan".
Por tanto, la calidad de la vida laboral de este colectivo deja mucho que desear. Las cadenas hoteleras y las empresas externas permiten que sus empleadas trabajen en condiciones inadecuadas, siendo responsables de la aparición de los múltiples riesgos de para la seguridad y salud del trabajador. Han olvidado el verdadero significado de “trabajo” y han pisoteado su dignidad como trabajadoras.
A nosotras no nos cabe duda de que esta lucha no va a ser en vano y que las Kellys van a conseguir desempeñar una labor con las condiciones adecuadas y con el reconocimiento que merece. ¿Y tú qué crees?
Fuentes:
AMAYA LARRAÑETA (2018). 20 Minutos: Las Kellys: cobramos 2,30 euros por cada habitación limpia y este trabajo a destajo nos quita la salud.
TOMEU FERRER (2016). Eldiario.es: Las Kellys, todas a una: las limpiadoras de hoteles se organizan para reivindicar sus derechos.
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