La minería es una de las actividades que cuenta con una
larga trascendencia en nuestro país, sin embargo el desarrollo de este tipo de
trabajo lo convierte en uno de los más peligrosos debido a los riesgos físicos
y químicos a los que debe enfrentarse los mineros.
La producción minera fue una actividad muy relevante a lo largo del siglo XIX, hecho
que dio lugar a que España se convirtiese en uno de los principales países
exportadores de hierro, cobre y plomo de la época. Actualmente, lejos de tener
ese peso supone no obstante un bastión
importante en algunas regiones españolas en relación a la tasa de actividad.
Este dato se debe al paulatino aumento de la demanda de energía y a la carencia
de otras fuentes propias para hacer frente a dicha demanda. Esta realidad da lugar a que un volumen
significativo de trabajadores que aún son empleados en dicha actividad esté
expuesto a unos peligros mayores de los que se puedan dar en cualquier otro
trabajo. En concreto, la explotación minera del carbón es considerada como
una de las ramas laborales con mayor
peligro en todo el mundo, y las condiciones de trabajo de dicha actividad se
asocian con una elevada carga de trabajo físico, contaminación acústica,
enfermedades respiratorias y de la piel, enfermedades musculares y del sistema
nervioso, etcétera. La OMS señala que el
uso de mercurio en las pequeñas minas auríferas de tipo artesanal es
especialmente peligroso y tiene nefastas consecuencias para la salud de los
trabajadores.
En otros países donde actualmente la minería sigue siendo
una rama económica importante, las consecuencias de dicha actividad en la salud
de dichos trabajadores son todavía peores. La OIT calcula que el 37 % de los
mineros de América Latina tienen silicosis, porcentaje que aumenta al 50% en el
caso de trabajadores mayores de 50 años.
Es indudable la importancia que adquiere la prevención de
riesgos laborales en el desarrollo de este sector con el fin de evitar o
aminorar el deterioro de salud de los mineros, no obstante debe tenerse en cuenta que la explotación de
dicha actividad entraña de por sí un
riesgo relevante. Desde la OMS se señala la importancia de promover el uso de
energía limpia que no dependa de la combustión del carbón, y en relación al
mercurio, al tratarse de un elemento que no se puede destruir, apunta la
posibilidad de reciclar y destinar a otros usos el mercurio que ya está en
circulación.
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