El trabajo además de ser el medio de supervivencia económica, es un factor fundamental para el desarrollo de la vida social, cultural, política y personal, y a la vez es fuente de malestar y bienestar físico, social y psíquico. Suele decirse que “somos lo que hacemos cuando trabajamos”, por ello situaciones de subempleo prolongado en el tiempo puede dar lugar a inseguridad y sentimientos de inutilidad.

Según señala José M. Blanch, “el subempleo consiste en el desempeño de una función laboral en la que se da una combinación variable de las siguientes características: empleo en un puesto de nivel inferior al de la propia categoría profesional, régimen de dedicación  de menor duración que el deseado por la persona empleada y condiciones contractuales, salariales, legales o de protección social manifiestamente peores que las consideradas normales en el mercado laboral de cada tiempo y lugar”. Centrándonos en la sobrecualificación laboral, el periódico “La razón” señalaba en uno de sus artículos que en los últimos tres años, la cifra de ocupados ha crecido 1,4 millones de personas (8%), y sin embargo más de la mitad de los ocupados totales desarrolla trabajos por debajo de su nivel de cualificación, un 53,3% (9,8 millones). Según los expertos, este hecho podría limitar el avance de la productividad,  pues se estaría infrautilizando factor humano, y este hecho a su vez estaría generando una enorme frustración en aquel trabajador que después de haber dedicado cuatro años de su vida en estudiar una carrera se vea abocado a desempeñar un trabajo como teleoperador, vendedor en una empresa de comida rápida, comercial, etcétera., fundamentalmente en aquellos jóvenes que carecen de experiencia profesional.

En este sentido es importante distinguir la sobrecualificación objetiva y la percibida, el primer caso se daría cuando la formación objetiva del trabajador es superior a la requerida por el puesto de trabajo, pero podría darse la situación de que un empleado objetivamente tenga una formación superior que la requerida por el puesto sin que él lo sienta como algo negativo, pues podría valorar más otros aspectos como el ambiente laboral con los compañeros, sentirse valorado en la empresa, la conciliación familiar, valores de la empresa, etcétera.  La sobrecualificación percibida se daría cuando los trabajadores sienten que poseen una formación superior al puesto requerido, o bien que poseen más herramientas, conocimientos y/o habilidades para desempeñar dicho puesto, y lo interpretan de forma negativa. En este último caso existe una alta probabilidad de que el trabajador se sienta desmotivado, insatisfecho, irritable, inseguro, depresivo, etcétera, que pueden dar lugar a una profunda frustración que no sólo tenga repercusión en la esfera profesional sino también en la personal.

Algunas de las prácticas que se aconseja a las empresas para limitar los efectos negativos de la sobrecualificación percibida son: dotar de mayor autonomía al trabajador de tal manera que sienta que tiene más control sobre su trabajo y sus resultados, aprovechar sus habilidades adicionales de tal forma que puedan aplicar sus conocimientos y potenciar su carrera en la empresa haciéndoles ver que aunque al inicio de su experiencia laboral estén desarrollando tareas de poca complejidad podrán asumir proyectos más complejos en el futuro.