La calidad de vida laboral del corredor de Bolsa
Por María Jesús Ruiz Chacón - 11 febrero
En los últimos días hemos sido
informados por los medios de comunicación de la caída de la Bolsa americana.
Desde el año 2009 la Bolsa de Wall Street solo se había acostumbrado a las
subidas, pero esta semana ha sido protagonista de un estrepitoso descenso que
ha arrastrado consigo, primero, a las Bolsas asiáticas y después, al mercado
bursátil europeo.
Aunque no niego que este sea un
tema interesante, ya se ha abordado con suficiente profundidad en periódicos,
telediarios y programas de radio y además no constituye la temática que inspira
este blog. En esta ocasión nos vamos a centrar en las personas que están detrás
de esos números, los stockbrokers, traders, agentes o corredores de bolsa o brókers, y en
concreto, en su calidad de vida laboral.
En primer lugar, conviene conocer
que en una agencia de valores se distinguen varios departamentos: el de
análisis, el de contratación y el de liquidación o gestión. El bróker estaría
incluido en el segundo de los departamentos aludidos, ya que es quien se
encarga de realizar las transacciones comerciales con el capital de sus
clientes, que bien pueden ser bancos, empresas o incluso pequeños ahorradores.
Estas compras y ventas de activos financieros se realizan en tiempo real, y
dependen de la evolución de los productos financieros que el bróker sigue en vivo a través de la pantalla de su ordenador, lo que significa que los procedimientos
de análisis y ejecución de tales operaciones tienen una duración de escasos
segundos. Dicho de otro modo, el término que mejor define el día a día del
trabajo de un bróker, es la presión.
Los factores que aun a día de hoy
actúan como motivadores personales para la elección de esta profesión son las
buenas expectativas económicas y el ascenso rápido. Sin embargo, este negocio
no es tan fácil como parece: sí lucrativo – aunque no siempre –, pero no
sencillo. Para empezar, además de la presión diaria que tiene que aguantar el
bróker, ya que tiene que tomar decisiones en cuestión de segundos de las que
depende el dinero de sus clientes – cantidades por otro lado, nada
despreciables –, tiene que bregar día a día con los susodichos. Por tanto, no
solo se necesita una gran capacidad de resistencia al estrés, conocimientos matemáticos,
financieros e informáticos y por supuesto un inglés fluido; sino también dotes
comerciales.
Por otro lado, cada día en la
vida de un bróker es distinto, pero todos ellos están presididos por la
incertidumbre. Esta falta de patrones que en mayor o menor medida se repiten
con asiduidad, contribuye al aumento de la tensión en el trabajador, que se
acentúa todavía más durante los primeros años de andadura, lo que merma su
calidad de vida en el trabajo. En primer lugar, si se trata de un corredor de
Bolsa independiente – algo que sí se permite en Estados Unidos pero no en
España, donde la ley exige que los corredores de Bolsa estén laboralmente
vinculados a sociedades o agencias de valores (véase el artículo 146 del Real
Decreto Legislativo 4/2015, de 23 de octubre, por el que se aprueba el texto
refundido de la Ley del Mercado de Valores) –, ha de procurarse una cartera de
clientes que le proporcione el correspondiente capital para comenzar a desarrollar
su actividad, y como esta es su materia prima, será la tarea a la que más
tiempo debe dedicar.
La media anual de ingresos que
genera un bróker se encuentra entre el 1% y el 1,5% de los activos que
administra, y de esos ingresos, solo suele mantener entre el 30% y el 40%. Con
estas cifras, los expertos calculan que un nuevo bróker necesita hacerse con
unos activos financieros que asciendan a 10.000.000 de dólares – algo más de
unos 8.000.000 de euros – para conseguir en su primer año unos beneficios de
hasta 40.000 dólares – más de 32.500 euros –.
Por otro lado, se estima que los agentes
de Bolsa más exitosos tardan de 5 a 10 años en conseguir ese estatus o nivel, teniendo
en cuenta que estos primeros años de búsqueda de activos son agotadores.
Para ampliar esta información, os
invito a leer el artículo publicado en Investopedia el pasado mes de noviembre, por Ken Clark, graduado en Dirección de Empresas y
Contabilidad y poseedor del distinguido título CFP (Certified Financial Planner) por la Universidad de Colorado (Colorado’s College for Financial Planning), cuyo enlace os dejo aquí.
Fuentes
CLARK, B. (7 de Enero de 2018). The life of a
stockbroker: a typical day. Recuperado el
11 de Febrero de 2018, de Investipedia:
https://www.investopedia.com/ask/answers/09/life-of-stock-broker.asp
Hola, me gusta la entrada, pero no deja de asustarme la tensión que deben de soportar estas personas, tal como se cuenta, la toma de decisiones a la que tienen que hacer frente, en tan solo cuestión de segundos, y que sus decisiones mueven cifras económicas verdaderamente espectaculares. Las presión está más que justificada, pueden arruinar o enriquecer en cuestión de segundos. La parte bonita es los sueldos que pueden alcanzar por realizar su trabajo, no hay duda que tienen que estar muy preparados. Me llama la atención la manera de ascenso que se genera, que llegan a producirse de manera muy rápida, claro está pagando el precio por ello, por la parte de la salud, no los envidio.
ResponderEliminarAtentamente
David Gómez Garrido
Hola David, en primer lugar, gracias por tu interesante comentario. He de decirte que estoy completamente de acuerdo contigo: yo tampoco envidio a los trabajadores de este sector en absoluto. Los niveles de presión a los que están expuestos diariamente y en los que toman las decisiones que como tú dices, pueden arruinar o enriquecer hasta límites insospechados en un segundo, son perfectamente capaces de enloquecer a cualquiera.
EliminarEfectivamente necesitan mucha preparación académica, pero también mental, porque este trabajo no es apto para cualquier persona. Me limito a traer a colación el alto índice de mortalidad entre los agentes de bolsa (superior en un 1,5% al de la media) y un par de casos concretos de muerte ocurrido no hace mucho tiempo: el de Moritz Erhardt, de 21 años, becario en la sucursal londinense de Bank of America Merrill Lynch, fallecido tras trabajar durante 72 horas ininterrumpidas; y el del analista de Goldman Sach de la oficina de San Francisco, Sarvshreshth Gupta, de tan solo 22 años de edad, que el 16 de abril de 2015 sucumbió a la presión y se suicidó precipitándose desde lo alto de un edificio. El columnista del New York Times, Andrew Ross Sorkin, escribió al respecto el 1 de junio de 2015, y verdaderamente recomiendo su lectura porque es estremecedora y da cuenta de las condiciones de vida laboral tan deplorables que tienen estos profesionales. Te dejo el link por si quieres echar un vistazo: https://www.nytimes.com/2015/06/02/business/dealbook/reflections-on-stress-and-long-hours-on-wall-street.html
Un cordial saludo.
María Jesús Ruiz Chacón
Buenas. Esta entrada la verdad es que represente muy bien el tema de calidad de vida laboral del que tratareis en el blog.
ResponderEliminarEn cuanto a la noticia, me parece muy interesante y obvia. Como decís en el blog, se someten a mucho estrés y manejan mucho dinero ajeno, con lo que cualquier persona se estresaría. Su margen de error tiene que ser muy corto y, como bien decís, rápida y buena porque es un trabajo de esas características.
Me ha gustado mucho y el artículo que recomendáis muy bueno
Hola Antonio. Nos alegra que te haya gustado el post y el enlace recomendado.
EliminarEstá claro que la del corredor de Bolsa es una profesión hecha a la medida de unos pocos, en concreto de personas con una fortaleza mental encomiable. Como todo en esta vida, es cuestión de prioridades, y en este caso entran en juego, yo creo, la ambición económica y la propia salud directamente, y en concreto, la salud mental. No hay más que ver relatos como el que recoge el columnista del New York Times, Andrew Ross Sorkin, en su columna del 1 de junio de 2015, que le comentaba al compañero David: una historia verdaderamente sobrecogedora.
Aun así, creo que es responsabilidad de los gestores de personal (o sea, nuestra, en breve) compatibilizar la eficiencia de la empresa con una mayor calidad de vida de los trabajadores, porque en mi humilde opinión no son cuestiones antagónicas, sino complementarias, en la medida en que se retroalimentan mutuamente y son directamente proporcionales, ya que está plenamente demostrado que un/a trabajador/a es más productivo/a cuando se siente reconocido/a en su trabajo, tiene perspectivas de futuro y un adecuado equilibrio entre la vida laboral, personal y familiar; o dicho de otro modo, cuando disfruta de una alta calidad de vida laboral.
Un cordial saludo.
María Jesús Ruiz Chacón.